– Miedo:
El miedo es una reacción natural ante lo desconocido, a que se repita algo ya pasado que fracasó, a enfrentarse a la realidad y su inminente futuro. En realidad podría resumirse en miedo:
- Al futuro,
- A avanzar y alcanzar algo que antes estaba fuera de nuestro alcance,
- A perder lo que tenemos sin pensar que tal vez logremos cosas mejores que las que tenemos,
- A que nos hagan daño y no podamos defendernos.
El miedo puede ser el causante de que perdamos cosas valiosas, mucho más de las que podríamos haber perdido al afrontar ese miedo. Puede dominarnos y destruirnos, a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Por ese motivo hay que superarlo, afrontarlo con valor e imponerse a él.
Aquel que diga que no tiene miedo a nada no significa que nada le asuste, sino que es capaz de enfrentarse a él y salir triunfante. No deja llevarse por los sentimientos que le acucian a dar media vuelta y alejarse de lo desconocido. Lo mantiene bajo control y una vez empieza lo deja ir, cambiándolo por la adrenalina necesaria para hacerle frente.
Para superar los miedos hay que amar, comprender lo qué está en juego y qué las cosas, los hechos… no son eternos. Se olvidan, se pierden en el tiempo y el espacio. Amar es importante pues junto con la compasión, te ayudan a superar los miedos.
– La perfección:
La perfección no existe, es una utopía, una meta a la que se puede aspirar a llegar, pero a la que no se llegará. Una meta que nos pulirá poco a poco haciéndonos mejores de lo que somos, y nos otorgará la sabiduría necesaria para afrontar la vida sin la perfección soñada.
Ni siquiera los dioses, en las diferentes culturas del mundo han llegado a la perfección. Todos han tenido alguna debilidad, han cometido algún error en sus vidas, han tenido excesos… pero no por ello dejan de ser dioses.
Es el conjunto de la existencia, de sucesos en la vida y de la forma de actuar, lo que determinará al final el grado de perfección alcanzado.
– Quejas
No hay que quejarse en exceso, el mundo está demasiado lleno de quejas e infortunios para que tenga que aguantar las nuestras propias. Hay que aguantarse y tratar de solucionarlo, callarse y vivir con ello.
Si es pasajero, cosas de un día y ya está, déjalo pasar. No es importante y se puede vivir con ello.
Si es permanente, hay que aprender a vivir con ello. Luchar con nuestras fuerzas y las de otros para que el infortunio del que nos quejamos desaparezca.
Porque quejarse demasiado nos puede convertir en personas quejumbrosas que nadie quiere oír, que son evitadas y odiadas. Cada uno tiene sus problemas y muchas veces se callan. Pero cuidado porque callarse demasiados resentimientos nos pueden hacer estallar.
– Dependencia
Haz todo lo que puedas por ti mismo; no es bueno llegar a depender de alguien o de algo, es más, llega a ser perjudicial para nuestra vida, para nuestro desarrollo personal pues el día que esa persona o cosa falte, nos pesará y nos hará daño. Si confías en ti mismo y dependes de tus habilidades propias, puedes llegar incluso más lejos y serás más valioso como persona.
Pero tampoco hay que caer en el individualismo pues todos los extremos son malos. Trabajar en equipo facilita muchas cosas e ir cambiando el equipo y los roles podría ser una buena manera de no caer en la dependencia a ellos. Siempre hay que buscar alternativas, caminos que nos lleven a hacer lo mismo con el objeto o persona que nos da esa dependencia.