Una chispa solitaria se ha separado de sus compañeras y surca los cielos en trayectoria descendente. Poco a poco se irá consumiendo en el fuego hasta desaparecer. De su existencia sólo quedarán las pequeñas cenizas grises que caerán a tierra en su último hálito de vida y se desvanecerán sin dejar rastro.
Pequeña bola de fuego que ha iluminado el cielo con su luz. Al verla en el cielo con su esplendor, me recuerda el de una vieja estrella fugaz. Astro milenario que marcó un camino para siempre recordado. Guió a tres sabios, al encuentro del rey de reyes recién nacido.
Por un instante siento que me he transportado a aquel momento de la historia. Bajo un instante la vista y cuando la vuelvo a alzar, ya no está. La he perdido, se ha ido. Fue un momento mágico, irrepetible. Todo por una chispa roja.
Y es que puede que las pequeñas cosas sean las mejores. Hay que saber fijarse y tener la mente abierta para que nos lleguen y los entendamos. Y así poder imaginar mil historias, crecer con ellas sin perder la ilusión de que las cosas, si las deseas de corazón, pueden suceder.