
La tranquilidad serena, sosegada… El perfecto estado para descubrir las tardes, sentado al sol tranquilamente, viendo pasar la vida. Charlando con los transeúntes, amigos del pueblo que cuentan las noticias, los cuchicheos del vecino, rumores de la ciudad o del país…
Es una vida sin prisas, igualmente plena. Los pesares son menores. No hay estrés. Puedes pararte a pensar, a observar el cielo y sus estrellas, a descubrir misterios a través de la curiosidad natural, sin artificios…
Pero esta vida, esa tranquilidad serena y sosegada, está desapareciendo, sumida en el estrés, las prisas…
Ya nadie conoce a nadie. El ruido estridente del tráfico ensordece la ciudad y se deja de escuchar/prestar atención a lo que nos rodea. Incluso llegamos a desconectar, escuchando música, hablando por el móvil…
Sería agradable, volver a andar tranquilamente por la calles, bajo la suave caricia del sol. Hablando con amigos, tomando helado…los niños jugando por las calles y los mayores sentados en las puertas. Se respira paz, amistad…Un valor que vale oro para el que lo aprecia.