Las diosas han dejado caer sus mantos sobre la tierra hogar de los mortales. Su manto es de una suave seda y de un color blanco que a menudo es casi transparente. Parece tener vida propia, pues busca siempre envolverá su portadora dándole un aspecto etéreo y misterioso.
Pero los mantos han caído y, en el mundo de los mortales, su apariencia cambia, pues su esencia divina se transforma y se adapta a la mortal. Adquiere una consistencia parecida a las nubes, pero mucho más ligera, más suave… Descienden sobre la tierra buscando envolver y proteger la naturaleza, a todos los seres vivos que en ella habitan, pues siguen los designios de sus dueñas, las madres, las guardianas… Todas las diosas quieren salvaguardar al mundo del frío invernal que está por llegar y por eso han dejado caer sus mantos que se transforman en niebla sanadora y reparadora.