
Ocurrió hace unos años, mi hermana y yo estábamos disfrutando de las vacaciones de verano. Por aquel entonces yo contaba con 14 años y mi hermana, un poco más mayor, de 16. De improviso, un caluroso día de principios de Julio, llego mi padre del trabajo todo ilusionado.
-Miranda, Alison, cariño- nos gritó lleno de alegría desde la entrada.
Enseguida acudimos a su lado junto con nuestra madre.
– ¿Qué ocurre? – pregunté ansiosa.
-Dentro de unos días nos iremos todos juntos a grabar un reportaje a Alaska. Intentaremos entrar en contacto con los nativos que aún siguen viviendo en estado “salvaje”.
Todas nos pusimos muy contentas, en especial yo y mi hermana ya que iba a ser la primera vez que acompañásemos a papá en uno de sus múltiples viajes al extranjero. Es un reportero muy bueno que crea unos hermosos documentales con gran índice de audiencia, por eso viaja.
Durante los pocos días que faltaban para el viaje, no faltaron las prisas y las compras, especialmente de ropa, en tiendas de deportes de invierno. Allí, al probarnos la ropa de abrigo, nos asfixiamos debido a que el aire acondicionado estaba estropeado.
Al cabo de cinco días, llegamos al aeropuerto donde mi padre se reunió con el resto del equipo de rodaje. Los compañeros de papá, a los que ya conocíamos, nos saludaron y se pusieron a gastarnos bromas de mal gusto a mi hermana y a mí sobre: que tendríamos que dormir a menudo en tiendas de campaña, que íbamos a comer de latas de conserva…Por suerte, enseguida nos llamaron para que fuésemos a embarcando.
Una vez en el avión que, en realidad, era una avioneta, me senté con mi hermana para poder hablar con ella durante el trayecto, ya que prometía ser muy largo, pero, la verdad sea dicha, me quedé dormida al cabo de una hora y ya no me desperté hasta que la avioneta hubo aterrizado.
Cuando salimos del aeródromo, ya que en ese pueblo no tenían aeropuerto, una oleada de frío nos sacudió la cara. Para protegerme, me subí la bufanda para que me tapase más la cara y, asimismo, me baje un poco más el gorro. Parecía un mapache ya que solo se me veían los ojos.
Mientras mi padre y le resto del equipo se metieron en diferentes tiendas para abastecerse con, víveres, mantas, la tienda de campaña, las motos de nieve, un camión… Al cabo de una hora, es decir, cuando ya lo teníamos todo listo, mi hermana, nuestros padres y yo, nos subimos al camión donde encendimos la calefacción. Algunos montaron las motos y otros se metieron detrás, con todos los trastos.
Al fin nos pusimos en marcha hacía aquel desierto lleno de nieve que se extendía a nuestros pies dispuesto a recibir nuestra llegada.
Los primeros días fueron los mejores, aunque sin ningún resultado, pero los que les siguieron fueron horrorosos en este caso sí que se pudo adoptar el refrán de “la calma antes de la tormenta”. Una terrible tormenta de nieve estalló y nos tuvimos que refugiar dentro del camión ya que si hubiésemos puesto la tienda el viento se la habría llevado por los aires. Bueno eso si la hubiésemos llegado a montar.
Mientras estuvimos allí encerrados Michael, el cámara, grabó el encierro ya que también tenían que informar del transcurso, de las penalidades…. del viaje. Mi hermana y yo nos aburrimos un montón y, ni siquiera, el juego de naipes que llevamos nos distrajo.
Finalmente, al cabo de 3 largos días, dejo de nevar y, aunque no hizo tan buen tiempo, pudimos avanzar. A mediados de aquel día nos encontramos con un grupo de gente que iban en caravana. Estaba claro que no eran personas que conociesen los adelantos tecnológicos de los últimos tiempos ya que iban andando y, los más afortunados, en trineos tirados de perros. Además, la ropa que llevaban estaba hecha de pieles de foca que, aunque parecían calientes, yo creía que si me ponía uno de esos me congelaría.
Los del equipo se pusieron muy contentos. Se bajaron del camión debido a que las motos se habían estropeado y las llevábamos en el techo del camión. Se acercaron a esas personas y, gracias a que habían aprendido a hablar su idioma, se entendieron a las mil maravillas.
Estuvimos con ellos unos 5 días y creo que les quedo un reportaje impresionante, como el resto que habían hecho. Mientras tanto, yo, me dedique a conocer a los jóvenes del grupo, eran muy simpáticos. Jugaban con los perros y con las lanzas de los cazadores empezaban a practicar el lanzamiento, pues todos, los chicos claro, querían ser cazadores. Las chicas, en cambio, permanecían con sus madres mientras aprendían a coser y a crear collares con los huesos de los animales que habían cazado.
Un día mientras hablaba con Alíbaddan, un chico moreno de ojos oscuros y pelo negro y recogido en una coleta, que era con el que más había trabado amistad, me preguntó una cosa.
– ¿Te gusta esto? -preguntó.
-No, prefiero mi casa. Me gusta más sobre todo por nuestros bosques… – no pude terminar porque me interrumpió.
– ¿Qué es un bosque?
Aquella pregunta no me la esperaba. Tan acostumbrada estaba a que todo el mundo supiera lo que era un bosque que quedé en estado de shok. Alíbaddan parecía bastante listo, de eso no tenía dudas, pero entonces recordé que en todo el camino no habíamos visto más de dos árboles juntos, y eso solo fue al principio.
-Bueno…primero… ¿sabes lo que es un árbol? – pregunté temiendo que tampoco lo supiera.
-O si unos palos marrones del que salen hojas verdes.
Menos mal que eso lo sabía.
-Bueno pues es una agrupación muy numerosa de ellos. Aunque normalmente hay distintitos tipos…
– ¿Distintitos tipos?
-Si no todos son de la misma clase, hay que tiene la hoja en forma de aguja, esos son los pinos, otros las tienen muy pequeñas y otros más grandes. Y no solo se diferencian por las hojas sino también por el tronco. Unos lo tienen más gordos que otros, o más retorcidos y además les varía el color del mismo dependiendo de la especie – cuando le miré para ver si me seguía le vi que estaba ansioso por que le contará más cosa así que continué. – Además el suelo del bosque es todo verde a causa de la hierba o un poco marrón cuando la tierra es removida por los animales y suele estar lleno de hojas secas que se han caído de los árboles.
– ¿Y no hay nieve?
-Bueno a veces. Cuando es invierno y nieva mucho- cuando acabé de explicarle su duda vi continué. – A veces en los bosques hay pequeños claros en los que no hay apenas árboles y solo se ve la hierba verde. Hay bosques en los que por su interior corren los ríos y, si están al lado de un precipicio, caen por el formando una cascada. Es muy bonito.
– ¿Qué es un precipicio?
-Pues es un salto de gran altura el terreno.
-Ah, ya. Un barranco.
-Si se le puede llamar así.
– ¿Y no hay criaturas para cazar?
-Claro que las hay. Hay ardillas, que son una especie de roedores que saltan de árbol en árbol ayudados por su gran cola. También hay zorros, que se puede decir que son perros rojizos mucho más astutos que ellos y con una gran cola. Hay también ciervos y conejos.
-Ah ya alguna vez los he visto. Pero, dime, ¿no hay lobos?
-Si creo que también hay. Y pájaros de todo tipo.
En eso me llamaron. Estaban recogiendo. Era hora de irnos.
Me daba mucha pena dejar a Alibaddan con todas aquellas dudas, pero no podía hacer nada. Hasta que se me ocurrió.
-Ahora vuelvo.
Me fui corriendo al camión, cogí mi mochila y cogí unas cuartillas, les apunté algo detrás y las metí en un sobre y volví con él.
-Toma. No lo abras hasta que me haya ido es un regalo que seguro responderá a todas tus preguntas sobre “mi mundo”
-Gracias. Toma esto y así te acordadas del mío- y entonces se sacó un collar de huesos típico de su civilización y me lo colgó al cuello.
Antes de irnos nos hicimos unas cuantas fotos y, al ser de esas cámaras que te sacan las fotos en el acto, les dimos una copia. Yo, por supuesto me hice una con Alibaddan.
El viaje de vuelta fue más tranquilo y enseguida llegamos al punto de partida.
*************************Mientras tanto con los “Esquimales”**********************
Alibaddan había abierto el sobre y se encontró primero con una foto en la que había un sol espléndido y el agua se perdía en el horizonte, también había una isla y al lado del agua había una vasta extensión de polvo amarillo, Detrás de la foto se leía: “Es una playa”. En la siguiente se veía una corriente de agua que caía desde un barranco, y detrás, igual que en la otra, ponía “Cascada”. La siguiente era una agrupación de árboles entre los cuales había un poco de espacio y en donde la luz apenas si entraba y en medio de la foto se veía a un ciervo, al igual que en las otras, detrás estaba escrito “y esto es un bosque”. Alibaddan sonrió al ver las fotos al fin sabía lo que era un bosque.