El bosque era un auténtico misterio para todos y por ello nadie se atrevía a adentrarse en él… ¿Nadie? No, había un joven que no tenía miedo, que entraba en el bosque a diario cargado con su carcaj y su arco. Para él era más su hogar que su casa del pueblo.
Aquel día entró y se encontró que la niebla inundaba el bosque. Cargó su arco atento a cualquier peligro que la niebla le trajese. Continuó caminando hasta llegar a dudas penas al río. Oyó algo, unos pasaos que se le acercaban. Apuntó y estuvo a punto de disparar, pero en ese momento la niebla se disipó mostrando a la bella ninfa del bosque.

Bajó su arco y sonrió. Era bueno volver a verla. Se acercó abrazándola y besándola con pasión. Ella, su amante, le esperaba cada día. Pero ese día quería sorprenderle por eso había invocado a la niebla. Ese día le pidió que se quedase con ella. Él, no se lo pensó, no tenía ataduras en un pueblo que cada vez le agobiaba más. La cogió la mano y se adentró con ella en la niebla hasta llegar a su morada en el limbo.
Y vivieron felices para siempre…