Los humanos no somos dioses, aunque a veces lo creamos. No somos dioses. Únicamente somos simples mortales, seres vulnerables frente a lo que nos rodea. Vulnerables a la enfermedad, al tiempo, a la muerte. Porqué nuestro destino es morir, volver a la tierra de la que venimos, volver al polvo. Pero aunque estemos marcados por la muerte, no somos quien para decidir si debemos vivir o no. Tampoco somos los enviados de la muerte a sesgar vidas ajenas.
No somos dioses que deciden quién ha de vivir o morir, y sin embargo, nos comportamos como tales, para regocijo de la muerte que ve como otros la ayudan en su eterno cometido. Debemos respetar la vida de los demás igual o más que respetamos la nuestra. Porque no somos dioses y no lo podemos olvidar.