
Y giré mi cabeza, y descubrí que había más mundo. Vi las casas de la acera de enfrente de un modo que nunca había visto. Vi el cielo azul que asomaba por entre los tejados.
A pesar de las antenas, de las chimeneas, los tejados y otras construcciones del ser humano el paisaje se veía hermoso.
Al atardecer sentía el aire limpio que daba sensación de libertad.
Solo había girado un poco la cabeza y mi mundo cambió por completo.
Qué pequeño gesto y qué gran cambio. Cada día debería ser así, que con un pequeño gesto seamos capaces de descubrir los secretos del mundo que nos rodea.