Guerreros

El guerrero se hallaba caído a pocos metros. Estaba herido prácticamente moribundo. La acababa de salvar, acababa de impedir que ella recibiese la fuerza completa del impacto de aquel terrible enemigo. Quería alcanzarle, quería asegurarse que todavía estaba vivo, pero no podía, no tenía prácticamente fuerzas.

El enemigo se volvió a alzar, volvía a ellos para matarlos. Su querido amigo, el guerrero, no podía defenderse ya más y ella… Ella tampoco podía hacer nada… No podía defenderse proteger ambos otra vez, cómo aquella vez hacía ya tantos años, donde no había sido más que un estorbo… A pesar de haberse entrenado, a pesar de los sacrificios que había llevado a cabo por ser más fuerte, por ser digna heredera de su abuelo, no había servido para nada…

Lloró de rabia, lloró de impotencia… Quería gritar, gritar fuerte, muy fuerte… Sin darse cuenta, aquella rabia, aquella furia que sentía estaban invadiendo su cuerpo exhausto, lo envolvía y le devolvía su fuerza, multiplicandola, triplicándola… Se levanto y lanzó un poderoso grito de ataque al tiempo que golpeaba en rápidos y potentes movimientos. Tan bien se había entrenado y tanta era su furia que su enemigo, en esta ocasión nada pudo contra ella, contra su rabia de guerrera. Porque ella era digna heredera de su abuelo, ella también podía ser una guardiana.

Su enemigo intentó contraatacar, intentó vencerla, pero no pudo, pues igual que no se puede detener al sol por la mañana, tampoco se puede apagar el fuego que arde en su núcleo. Porque en ese momento, ella era como ese fuego, como el fuego del sol. Finalmente con un certero rayo, tu enemigo cayó al suelo derrotado, sin vida…

Ella se alzó victoriosa, orgullosa por ser fuerte, por ser capaz al fin de luchar por aquellos que amaba, por ser capaz de protegerlos. Ya no sería la pequeña niña que solo estorbaba. Acababa de convertirse en una guardiana fiable y de pleno derecho…

Recordó a su amigo, el valiente guerrero y corrió a su lado. Estaba vivo, pero muy mal herido, debía verle un médico. Se pasó un brazo por el cuello y se elevó en el aire con él. Volando a gran rapidez, le llevó al hospital. Él iba a vivir, iba a curarse, porque ella ya no era una niña y no dejaría que él muriese.

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