
Siempre había visto el mundo oscuro, ya fuera un día soleado o nublado y en la noche no podía estar pues la veía aún más oscura de lo que realmente era, más oscura y tenebrosa.
Para ella el mundo era muy oscuro, triste, incluso tenebroso. No creía que existiese un mundo más luminoso, más alegre y hermoso.
Sin embargo, un día le cambiaron sus cristales oscuros por unos claros, transparentes. Con ellos descubrió la luz y que incluso la negra noche podía brillar con la luz de las estrellas y de la luna llena.
Desde entonces, no quiso volver a ser una gafas de sol, si no unas gafas claras de día, de un mundo de luz y color.