El fuego se propagaba con ferocidad por aquel edificio abandonado que había descubierto por casualidad. ¿Por casualidad? No, no había sido casualidad, esta no existía. Lo que había llevado hasta aquel lugar era una diminuta presencia que provenía del interior del edificio. Sin dudarlo un instante, entró en él y se dejó guiar hasta lo que parecía una antigua sala de juegos. Ahí, en una cuna, yacía un bebé. Al cogerlo para sacarlo, se dió cuenta de que había sido él quien la había llamado, quien la había guiado.
Intentó salir y se dio cuenta que el fuego le impedía el paso.No podía casi respirar y sentía que, el bebé iba a aguantar menos aún en aquella atmósfera incendiada. Al mirar a su alrededor y ver las ventanas que daban al exterior no se lo pienso. Rompió una de ellas y saltó por ella. Para amortiguar la caída, pidió ayuda a la Fuerza gracias a la cual, aterrizó con delicadeza. Se alejó del lugar con el bebé y solo pudo terminar de contemplar cómo las llamas consumían el edificio.
Cuando el fuego se extinguió, comprobó con tristeza cómo los padres de la criatura habían muerto incluso antes de iniciarse el fuego. Acudo a pueblos y ciudades cercanos pero no encontró a nadie que conociera a la familia. Por ello, sabiendole huérfano, y habiendo comprobado su gran conexión con la Fuerza, se lo llevó consigo de vuelta al templo Jedi en Coruscant. Allí, el niño crecería y conocería los caminos de la Fuerza. Tal vez, una vez alcanzase la edad de convertirse en padawan, lo tomaría a su cargo cerrándose así el círculo que les había unido.