Cada estación tiene su encanto si sabes abrir los ojos para verlo y acudes al mejor sitio para observarlo.

En la primavera las flores se abren para llenar los campos de colores. Su perfume aromatiza el ambiente invitando a cerrar los ojos y dejarse llevar.

En verano, los campos se vuelven totalmente verdes y el sol brilla con fuerza en el firmamento. Las aguas claras y tibias invitan al baño para refrescarse del calor de la estación estival.

En otoño las hojas se preparan para caer. Campos y bosques se vuelven dorados, auténticas minas de oro. Las hojas caídas se vuelven auténticas alfombras sobre las que dejarse caer.

En invierno la fina y fría escarcha cubre los campos en las primeras horas del día. Y si el frío es muy intenso, la nieve blanca aparece, creando bellas estampas invernales.
Estos son los encantos de cada una de las cuatro estaciones por las que cada año la naturaleza cumple su ciclo de vida, muerte y renacimiento. Pequeños y bellos detalles que embellecen cada uno de los momentos del año y que impiden caer en la monotonía de un paisaje siempre igual.