El viejo y majestuoso castillo se alza en el pequeño montículo cerca de la ciudad. Domina la bahía, vigilando la llegada de algún antiguo enemigo que acude a conquistar tu ciudad. Vigila sin vigilantes pues estos ya abandonaron sus puestos hace muchos, muchos años, porque el viejo y majestuoso castillo ya sólo es una atracción más que visitar, un museo en el que recordar… Pero más allá de sus muros, por toda la ladera, se extiende su largo y gran bosque, un remanso de tranquilidad, un pequeño espacio verde en el que respirar la esencia pura de la naturaleza.
Tan cerca está de la ciudad, y tan fácil de llegar, que cualquier día se puede acudir a pasear por él. Recorrer el castillo es una delicia, una delicia prácticamente única en el mundo pues este viejo castillo, con su planta circular. cabeza por antigüedad los pocos castillos con esta peculiaridad. Y cuando te canses de la piedra y los recuerdos que en ella se esconden, lo mejor es descender al bosque y pasear…

Pasear por todos sus caminos, pasear y escuchar los trinos de los pájaros, pasear para observar y descubrir su vegetación… Pasear, pasear rumbo, sólo disfrutando. Pasear y volver a ser un niño… Pues ese bosque invita demasiado dejarse llevar, encontrarse a uno mismo, a descubrirse…
Y si al final te entra algo de hambre, o sólo quieres aprovechar el día, puedes acudir a los merenderos para preparar un picnic y estar ahí hasta que el sol se ponga, y sea ya tiempo de volver a casa. Volver para descansar sin olvidar nunca a ese castillo y su bosque, con deseos de volver para seguir descubriendo el lugar que, casi casi, a tres pasos ya te lo puedes topar.
Y diciendo sin decir, el nombre de ese maravilloso castillo por fin te revelo. El Castillo de Bellver que a la ciudad de Palma una vez protegió. Es el castillo de mi ciudad al que de vez en cuando acudo a pasear y disfrutar de su bosque sin igual, en dos pequeños pasos fáciles de llegar…