
Ella cantaba la más bella canción que conocía, capaz de hechizar a quienes la escuchaban, capaz de obligarles a realizar actos contra su voluntad… Pero esta vez solo cantaba por placer, para deleitar a cuantos la rodeaban…
Era una sirena, y cantar era su pasión… Su caja de música la acompañaba como siempre… De repente la cajita dejó de sonar, la sirenita se quedó muda. Miró la caja que empezó a romperse y lloró.
Se adentró en el mar de donde jamás regresó. Nadie la volvió a ver, nadie la volvió a oír cantar. Su destino es incierto. No se sabe si vive o ya murió, pues las sirenas tienen una vida más larga que los mortales y muchos ya no la recuerdan.