
Los jardines del palacio eran muy hermosos, con una fuente en su centro, rodeada de altos setos y sobre una tarima en la que se llegaba tras cuatro escalones bajos. Ese era el lugar en el que cada noche de luna llena los jóvenes amantes se encontraban, pues solo esos días la princesa de la Luna podía crear un puente hacia la Tierra para ver a su príncipe.
En el borde de la fuente ambos se sentaban para contarse todo lo que les había sucedido en aquellos largos días de separación. Él, gran virtuoso de la lira, tocaba una dulce melodía a la que su amada siempre ponía una bella canción, una canción típica de la luna.
Aquella fuente guardó en sus aguas para siempre sus bellos encuentros de amor y juventud en los que se prometieron amor eterno. Más también sus aguas fueron testigos de su trágico final, de su muerte mientras se protegían el uno al otro de las revueltas por hacerse con el control de la mágica joya de la luna, fuente del poder más ilimitado de cuantos se conocían.
Fue entonces cuando la fuente empezó a llorar lágrimas de sangre por aquel amor del que había sido testigo. Y elevó una plegaria a la Luna, una plegaria roja… para que deshiciera lo sucedido. Así, la historia se reescribió, permitiendo una nueva y más apacible encarnación para los amantes, una nueva historia sin jardín ni fuente como testigos, pero si con una luna y un cielo estrellado.
Texto inspirado en las vidas pasadas de los personajes de Sailor Moon, cuando el Milenio de Plata existía, cuando Serenity era la princesa de la Luna y Endimión el príncipe de la Tierra