
El cruel y despótico rey vivía en un gran palacio lleno de lujos pueblo se moría de hambre. Un día, una vieja bruja buscó darle su merecido, así, mientras el rey paseaba montado a caballo le lanzó un hechizo mágico que le cambió el aspecto y ropajes. Asustado, intentó volver a su palacio pero no le dejaron entrar pues nadie le reconoció. Fue a buscar ayuda, pero con sus modales autoritarios, nadie le hizo caso, demasiados preocupados por satisfacer al rey.
Pobre y solo, se alejó del reino jurando que volvería para vengarse de aquellos ingratos que le habían dado la espalda. Sin embargo, por mucho que lo intentó, no logró conseguir ningún aliado y tampoco recuperó su reino que misteriosamente seguía gobernado por él mismo.
Volvió a su hogar para ver con incredulidad cómo todos estaban más felices que cuando él gobernaba. Al acercarse al palacio, se vio a sí mismo como era antes. Aquello no podía ser verdad. Él era él y nadie más. Se acercó para preguntarle quién era pues no se parecía al rey que recordaba. Él le confesó que era su hermano gemelo, y que había subido al trono cuando él había desaparecido.
El antiguo rey no se lo podía creer. Él no tenía ningún hermano, pero allí estaba ese otro como él… No era justo, no era verdad… Intentó atacarle pero fue detenido por la gente que protegía a ese hermano suyo y fue enviado a las mazmorras donde pasó el resto de sus días.