Llevaba enamorada del guerrero toda su vida. Le recordaba acudiendo muchas tardes para ver a su tío y a ella acudiendo siempre iba para estar con ellos. Y aunque su tío siempre se molestaba con ella, a aquel guerrero suyo no parecía importarle. Él siempre la cuidaba…
Sabía que él nunca la amaría, después de todo ella no era más que la sobrina de su mejor amigo, una niña pequeña, una hermanita. Pero no le importaba, siempre que pudiese estar cerca del guerrero. Por eso le gustaba entrenar, para poder ser como él, para poder estar a su lado…
Y ella se hizo fuerte, muy fuerte. Hacía ya tiempo que él apenas pasaba por su casa, pero no le olvidaba. Cuando cerraba sus ojos, podía recordarle con su brillante sonrisa y sus ojos azules.
Un día, se volvieron a encontrar. Ella ya no era una niña y él… Él seguía siendo el mismo, tal vez más serio y fuerte, pero en el fondo era igual que antes, en parte como ella. Esta vez todo era diferente… La diferencia de edad ya no importaba y por un momento llegó a pensar que la podría amar. Lo pensó cuando se vio reflejada en sus ojos de zafiro, unos ojos que cada noche aparecían en sus sueños desde que tenía uso de razón.
Empezaron a ser amigos en igualdad de condiciones, a entrenar, descubriendo que, en el fondo, eran muy parecidos. Ambos eran guerreros, almas gemelas que dejaron de esconderse para estar juntos.
Está entrada es la continuación/precuela de Guerreros.
Do.lobera 