
La pequeña hadita Elsa iba de camino a la convención anual de hadas en el valle de las flores. Estaba entusiasmada de ir después de todos los descubrimientos que había realizado sobre las flores e incluso sobre el polvo de hadas. Volaba por entre los árboles, aleteando sus diminutas alas de libélula. Eran unas alas tan finas que cuando un diminuto guijarro golpeó una de sus alas esta se rompió. Le dolía mucho y no podía volar.
Poco tiempo después la encontraron otras hadas que la llevaron a un pequeño hospital. Era una herida grave que tardaría en curarse incluso con toda la magia de las hadas y su polvo. Elsa se entristeció mucho, iba a perder mucho tiempo tumbada en su camita de pétalos, un tiempo que una hadita científica como ella no podía desperdiciar. Sin embargo eso no pasó. Todas sus amiguitas hadas acudieron a visitarla trayéndole libros para amenizar su convalecencia, para alegrarla… Así pudo seguir leyendo, investigando, estudiando…
Cuando mucho días después pudo salir del hospital, descubrió con alegría que habían aplazado la convención hasta que ella se hubiera restablecido. Al final, expuso sus descubrimientos y todas las hadas se sorprendieron mucho. Elsa recibió muchos vítores y premios que adornaron su preciosa casita.