
Construían castillos de arena soñando que algún día vivirían en ellos. Soñaban durante horas, durante esas interminables horas de construcción, hasta que llegaban las olas y la brisa marina que derruían en minutos tanto trabajo.
Crecieron, pero no había día de verano en que no construyeran un magnifico castillo, cada cual más increíble y memorable que el anterior.
Un día ella se levantó y fue a buscarle pero no lo encontró. No estaba en su casa, ni en la playa, tampoco estaba en la biblioteca buscando nuevas ideas para hacer castillos. Se fue a casa esperando verle al día siguiente, pero tampoco lo encontró. Pasó una semana y decidió que se quedaría en casa, pero algo golpeó su ventana. Al asomarse, le vio debajo de ella lleno de arena. Corrió a verle y se abrazaron. Cuando se separaron, el la cogió de la mano para llevársela hasta una desconocida cala donde se alzaba un magnífico castillo de arena.
– Feliz cumpleaños Lisa.
Había olvidado que era su cumpleaños pero él no, y le había construido un magnífico castillo. Se volvió hacía él y le besó en los labios, rompiendo para siempre su amistad y empezando un nuevo amor.
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