
El tesoro robado de Hades
El anciano observaba con sus ojos cansados hacia la mina. Los habitantes del pueblo estaban entusiasmados con ella, sacaban oro y piedras preciosas como nunca se había visto en ninguna otra mina. Suspiró, por supuesto que lo hacían y muy pronto lo lamentarían pues estaban robando a Hades mismo. Una vez más debía actuar para salvarles el pellejo. Los sin magia nunca aprenderían. Así, convocó gran parte de su poder para derrumbar poco a poco la mina, para sellarla y ponerla bajo la vigilancia de un dragón.
Usó toda su magia y su vida se apagó poco después, pues un mago no puede vivir sin magia. Viajó al otro mundo donde Hades le esperaba para tener una conversación:
-¿Por qué lo hiciste viejo? ¿Por qué ayudaste a los mortales aún a costa de tu vida? – le preguntó curioso mientras tomaban un té que Perséfone había preparado.
-Porque era mi deber educarlos bien y fallé estrepitosamente – respondió con tristeza el mago -. No podía volverles a fallar dejando que sufrieran tú cólera o gran Hades, porque entonces les habría fallado doblemente. Por eso te ruego que no te cobres tu venganza por las riquezas que te han sustraído.
Hades se rió. Nadie osaba decirle ni rogarle que debía hacer pues todos sabían que él haría su voluntad. Su risa resonó por toda la caverna, asustando a las almas de los difuntos que se encontraban cerca. Hades pocas veces reía, y no sabían si era para bien o para mal. Cuando dejó de reír, el dios del inframundo miró al anciano al que miró con curiosidad.
El viejo Archivald se veía cansado y sintió pena por él. Tenía casi su misma edad y lo había conocido antes de convertirse en un dios. Era su más viejo amigo, el más poderoso mago que había existido, por detrás de los dioses.
-Está bien Archie, les dejaré vivir libremente. Pero cuando mueran me tendrán que devolver todos los tesoros, como mis esclavos, y ninguno descansará hasta que recupere la última piedra preciosa.
Archivald asintió. Esperaba que faltase mucho para ese día, pero cuando llegase, volvería a interceder. Hades también lo sabía pero aceptó. La próxima vez no cedería y Archivald también era consciente. Y entre tanto cada uno miraría por la forma en que el tesoro volviera a su hogar de la forma en que cada uno deseaba.
Perséfone que había escuchado toda la conversación, estaba más de acuerdo con el mago y prefería que no hubiera castigo, bastante era ya tener que estar atrapado en el inframundo sufriendo el tormento eterno. No, ella también desarrollaría un plan.
Cuando llegó la primavera y la reina de Hades ya había ideado un plan. Aprovecharía su estancia en el mundo de la superficie para recuperar todos los tesoros de su marido. Los buscó en el pueblo, donde se habían quedado gran parte de ellos, también fue a buscarlos a la ciudad donde halló el resto.
A su vuelta en otoño, dejó todos los tesoros en su alcoba y fue a dar un paseo por el lugar.
-PERSÉFONE
El grito enojado de Hades se escuchó por todo el inframundo. Su esposa le acababa de quitar su diversión. Ella se rio en algún lugar, esperaría unos días a que su marido se calmara. Mientras visitaría a Archivald para tranquilizarlo, aunque seguramente ya sospecharía de su fechoría y suspiraría aliviado por no tener que enfrentarse al rey de aquel lugar.