Volver a ver


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Nadia vivía tranquilamente en un pequeño y pacífico pueblo. Era un pueblo en el que siempre brillaba el sol y donde la hierba siempre tenía un bello color verde. Pero a pesar del hermoso lugar en el que vivía, ella apenas salía de su casa debido a su ceguera.

Desde que sufriera  una desafortunada caída que la dejó sin vista, perdió las ganas de vivir. Sus padres y amigos intentaron animarla, organizandole todo tipo de actividades para que volviera a sentirse una más. Nunca tuvieron éxito. Pensaron en otras muchas alternativas, más todas las desecharon.

Ya habían pasado más de dos años cuando descubrieron una granja que adiestraba a equinos para que fuesen caballos lazarillos. Fue entonces que tomaron la mejor decisión para ayudar a Nadia.

Se acercaba su cumpleaños y aunque ella no quería celebrarlo le montado a escondidas una gran fiesta. Cuando llegó el día, la llevaron engañada hasta el lugar. A su llegada nadie dijo nada mientras le traían su regalo.

Nadia no sabía que pasaba hasta que empezó a oír las pisadas de un caballo que le dejaron tan cerca que podía sentir su aliento. Con mano temblorosa empezó a acariciarlo, aunque no sabía si reír o llorar. Le encantaba montar a caballo pero estando ciega siempre tenía que ir acompañada, algo que odiaba. Por ello hacía mucho tiempo que no se acercaba a uno. Antes de que pudiera pensar si llorar o reír, oyó como numerosas voces gritaban en al unísono.

—Feliz cumpleaños Nadia 

A su lado, su padre le empezó a explicar que ese caballo, de nombre Rin, estaba adiestrado para acompañar a personas ciegas en cualquier paseo por el campo e incluso mientras estuviera en las caballerizas. Nadia se puso muy contenta y acabó llorando de alegría mientras todos sus seres queridos la abrazaban.

Desde ese día, Nadia recuperó las ganas de vivir, también su alegría. Iba a muchos sitios acompañada de Rin, con el que daba largos paseos por el campo y bosque cercano. Y aunque no fuera capaz de ver la belleza de estos, encontró una nueva a la que nunca antes había prestado atención. Era la belleza de la melodía de la naturaleza, el trinar de los pájaros, el silbido del viento, el arrullo del río… Nadia dejó de sentirse ciega porque ahora todo lo veía mejor. 

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