
El ser del gatito
El gatito sabía que era mucho más, aunque no recordaba el qué o quién. Se encontraba muy preocupado por ello porque quería estar a la altura de lo que había sido. Tan pensativo estaba todo el día que dejó de jugar con sus hermanitos, prefería estar solo vagando por el jardín, divagando en sus cosas.
Un día, en uno de esos paseos, se le acercó una vieja lechuza, vecina de la granja donde vivía. Esta le informó de la existencia de una charca cercana que reflejaba su verdadero ser, incluso si era uno que ya había sido. Intrigado, el gatito le pidió que le acompañase.
Así, ambos emprendieron un corto pero precioso paseo hasta la charca. A su llegada, el gatito tuvo algo de miedo. Recordó que odiaba el agua y que no sabía nadar. ¿Qué pasaría si se caía?
La lechuza, ignorando al asustadizo gatito, se acercó hasta la orilla para verse reflejada como una gran y poderosa águila real. Era un recuerdo de lo que fue. En otra vida había sido fuerte pero en esta nueva viad había elegido la sabiduría.
Intrigado al ver el reflejo de esa gran ave, se acercó hasta la orilla a mirar. Ahí vio como, al lado del águila, había un gran tigre blanco que le devolvía la mirada ambarina. Entonces el gatito supo quien había sido, un rey de la selva, y aunque había sido poderoso, en nigún momento había dejado de luchar por su vida y la de aquellos a los que protegía. De hecho, un día, cuando fue a procurar comida a toda su familia, salió para no volver… Por ello, en esa nueva vida, quería descansar y vivir comodamente, jugar… disfrutando del bienestar de ser un gatito al que todos cuidan y miman, siempre cerca de su familia.
Volvió solo a la granja para reincorporarse a los juegos con sus hermanos. Desde ese día, dejó de estar preocupado por quién era o quién había sido por que lo más importante era vivir esa vida. A partir de ese instante, comenzó a confiar más y más en si mismo hasta que se convirtió en el pequeño líder de esa maravillosa granja a la que llamaba hogar.