
A ciegas
Los niños seguían el rastro del delicioso olor que percibían sus narices. No lo llegaban a identificar pero tenían una premonición que les hacía la boca agua. Tenían ganas de ir corriendo para llegar a su destino final pero no era una opción, no cuando iban con los ojos vendados. Era una regla del juego, dejarse guiar por el olfato. Y ahí estaban ellos, siguiendo las reglas y tanteando paredes, muebles y otros obstáculos caseros para evitar chocarse, caerse o romper algo. Sobre todo tenían que tener especial cuidado con el último punto, romper algo, pues por cada objeto volcado o roto haría que pudiesen disfrutar en menor medida de la recompensa.
El olor se hacía más intenso a cada instante. Estaban muy cerca y según Tina, el olor debía proceder de la cocina. Su hermano Oriol estaba de acuerdo y añadió que por los objetos que palpaban debían estar en la sala. Si se dirigían en la dirección correcta pronto llegarían a la meta. Ansiosos, decidieron seguir en esa ocasión el contorno de las paredes hasta hallar la puerta de la cocina. Tantearon los muebles e incluso los cuadros sin volcar absolutamente nada.
Tina que iba en cabeza fue la primera en llegar a la puerta de la cocina y esperó a su hermano para entrar. Cuando lo tuvo a su lado, se tomaron de la mano y entraron juntos. Pero al poner el pie en el suelo, se toparon con un obstáculo blando que a su contacto se movió y gruñó. Los hermanos cayeron en el suelo de la cocina y ya, cansados, se quitaron la venda. Habían pisado a Rex su gran perro negro que había huido de ambos y que en esos momentos les mostraba los dientes desde una distancia prudencial.
Sus padres, que se encontraban también en la cocina, acudieron a socorrerlos. Cuando finalmente se les pasó el susto y se les pasó bastante rápido, no llegó ni a tres minutos, comprobaron que efectivamente el premio del juego era chocolate caliente. Qué rico que estaba. El chocolate caliente con churros era la mejor merienda de la historia.
Rex poco a poco se fue acercando nuevamente a la familia para participar de esa merienda. Aunque no podía comer ni chocolate ni churros, tuvo como premio extraordinario una latita de paté que devoró con ilusión.
Fue una gran tarde en familia, llena de risas e incluso juegos donde los cinco miembros de la familia participaron pasándoselo estupendamente.
#DiaInternacionalDelChocolate #DiaMundialDelChocolate #DiaDelChocolate
Enternecedor. Evocaciones de una infancia entre algodones, cuando los niños sabían entretenerse sin una pantalla táctil.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hola, y también era un tiempo en que los padres tenían tiempo para sus niños. Saludos
Me gustaMe gusta