
La cabaña maldita
Tras la muerte de su tío abuelo, un viejo ermitaño que vivía en el bosque, Tania heredó todas sus posesiones, que básicamente era una vieja cabaña y todo lo que en ella hubiera. Apenas unos días después montaba en su caballo armada con su arco dispuesta a visitar la vieja cabaña que había heredado.
Atravesó el bosque, demasiado frondoso para un carro por lo que agradeció ir solo con su caballo. Ahí se alimentó de bayas y de algunas piezas de caza. A su salida, subió la colina parando en numerosas ocasiones para que ella y su caballo recuperarán fuerzas por la penosa subida que estaban realizando. Antes de llegar a la cima se desvió hasta otro bosque igualmente tupido. Allí, en el centro de un diminuto claro, encontró la cabaña de su tío abuelo tras tres días de camino. No entendía cómo podía vivir tan lejos.
Decabalgó para mirar lo que había en la cabaña e irse. Mientras se acercaba empezó a oír un ruido incesante que provenía de la casita. Cargó su arco y de una patada abrió la puerta. En ese instante, decenas de ranas salieron en tropel croando sin parar. Dejó que las ranas salieran sin bajar el arco. Entró con cuidado a la cabaña. Estaba llena de polvo y de criaturas extrañas enjauladas.
Una vez se aseguró de que no había nadie en la cabaña, liberó a todas las criaturas que salieron corriendo y volando igual que las ranas.
Estaba descolocada. Sabía que su tío abuelo era raro, un auténtico ermitaño pero siempre parecía simpático. ¿Cómo podía tener enjaulados a tantos animales? La cabaña estaba muy sucia y oscura. Si quería averiguar qué había estado haciendo primero debía limpiar bien aquel lugar.
Limpió la casa durante otros tres días. Sacó las jaulas y acabó encontrando unos libros de magia que hablaban de toda clase de sacrificios de animales para conseguir asombrosos hechizos. Sin embargo estaba claro que eran conjuros de magia negra.
Quiso irse de ese lugar corriendo pero su caballo ya no estaba y habían desaparecido todos los caminos. Solo quedaba la cabaña y todo lo que había en ella. Entró tratando de encontrar algo, alguna explicación de lo que había pasado. Rebuscó entre todos los papeles y libros hasta que encontró uno en el que hablaba de una maldición relacionada con ese lugar.
Ese lugar estaba maldito, una maldición que afectaba a todo aquel que llegase a ese lugar cuando no había nadie en ella. Era una maldición familiar que había atrapado a su tío abuelo y ahora a ella. Por eso había estado haciendo magia negra, para librarse de ella. Y ahora ella tampoco tenía alternativa si quería ser libre nuevamente.