La primera llamarada


La primera llamarada


El consejo del bosque debatía la forma de devolver el tesoro a su guardián dragón sin resultado. Era muy difícil seguir un rastro que se encontraba a muchos kilómetros de distancia. Ni siquiera Lamia lo podía averiguar. No era nada extraño pues los fénix y los dragones no se llevaban bien pues ambos clamaban el control absoluto del fuego.

Pero lo que más les preocupaba a todos era el huevo dorado que no dejaba de moverse. Pronto se abriría. En los bosques cercanos al reino era muy extraño ver dragones pues por todos era sabido que estos vivían en cuevas en las lejanas montañas. Pocas veces se aventuraban al valle, pero un tesoro y un huevo eran motivos más que suficientes para acercarse y prender fuego a su bosque…

La situación era tensa y habían enviado al leñador a buscar al duende alguacil por si tenía constancia de algún robo. Esperaban que llegase ante de que se abriera el huevo. Pero las crías no piensan nunca cuando es un buen momento para nacer, sobre todo si son crías de dragón.

Lamia viendo cómo se desquebrajaba el huevo voló hasta su lado y lo cubrió con sus alas. Cuando se rompió por completo, una potente llamarada invadió el claro, aunque las alas del fénix pudieron contener gran parte de su fuerza destructiva y solo hubo que lamentar unas cuántas hojas y ramas quemadas y unos pelos y plumas chamuscados. Cuando la cría de dragón abrió los ojos al mundo y vio a Lamia, se acercó a ella, buscando su calor, un calor de madre dragona…


Continuará

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