
La capital del Reino era una gran ciudad amurallada llena de casas de piedra y tejados de pizarra que creaban calles que eran auténticos laberintos. Sin embargo, para Lamia era imposible perderse. Volando, veía el entramado de calles por muy estrechas que estas fueran. Además, en los últimos tiempos había acudido con actividad a la ciudad pidiendo a uno de los buenos alguaciles más información sobre Galat’z pero no había tenido éxito. Boer, que así se llamaba el duende, no sabía nada más. En esta ocasión, esperaba tener mejor suerte.
Voló hasta el tejado de una de las casas más altas, donde las criaturas voladoras como ella acudían a hablar con el alguacil a su oficina. Bóer la había visto llegar y ya tenía la ventana abierta. Tratar con Lamia era bastante gratificante. Siempre tenía paciencia, grandes modales y era respetuosa con todos. Las hadas eran demasiado inquietas, no tenía paciencia y le dejaba la oficina patas arriba. Hipogrifos y pegasos le podían destrozar la oficina de una voz cuando se enfadaban… y los dragones… bueno tenía suerte de no tratar con ellos.
Lamia se colgó en su percha y le explicó lo que buscaba, información de una caballera. No sería difícil, pocas mujeres se aventuraban en el oficio. Estas preferían ser maga, herreras, arqueras pociónistas… aparte de las cursilerías épicas como doncella en apuros… pero caballeros andantes no.
Boer fue a buscar en sus archivos. Apenas había un centenar de mujeres en contraposición al millar de caballeros. Como sus archivos estaban ordenados alfabéticamente era sencillo. Recogió el informe y se lo llevó a Lamia quien lo leyó detenidamente:
- Nombre: Siriel
- Año de ordenación: 7312
- Edad de ordenación: 17
- Madrina: Kara la dragona
- Ordenante: Príncipe Akal
- Residencia oficial: Pueblo del viento, en las montañas altas
Lamia memorizó el texto y, tras agradecer a Boer su trabajo, se dirigió al castillo a hablar con el príncipe Akal.