Es noche, la isla estaba demasiado tranquila. La presencia del barco había silenciado a todos los animales que apenas se movían, resguardados en sus madrigueras y nidos, intentando que los temidos humanos no les notaran, o más bien el temido pirata Ojohielo les viera. Su figura grande y temible corría por el bosque cargando un pesado cofre lleno de monedas de oro. A menudo miraba hacia atrás buscando las sombras que le perseguían, pero ninguna le estaba dando alcance, sus pisadas se escuchaban todavía muy lejos.
Atravesó el espeso bosque y se dirigió hacía el puente de madera que cruzaba el gran cañón. Cada vez estaba más cerca de su destino. Volvió a mirar detrás suyo, seguía sin haber rastro de sus perseguidores. Empezó a atravesar el puente cuando una flecha se clavó en su pecho, luego otra y otra más… Sus enemigos se encontraban enfrente suyo, ocultos por los árboles… los que se encontraban detrás sólo habían sido un señuelo…
Iba a morir, y sus captores se harían con el tesoro… No, no dejaría que se hicieran con él. Ensangrentado y moribundo saltó del puente y cayó. Cayó más de 200 metros directo al rio, aferrado al cofre. Murió en el acto y su cuerpo con su cofre se hundieron en las turbulentas aguas del rio Oro. Sus adversarios se alegraron, nunca habían ido tras el cofre del capitán Ojohielo, solo lo habían pretendido. Su venganza se había cumplido, el pirata que arrasó su pueblo era pasta de los peces o mucho mejor, de las despiadadas sirenas que decían habitaban esa isla.
En el fondo del rio las sirenas recogieron el cofre del pirata mientras le despojaban de sus ropas y lo preparaban para ser la cena del temido Kraken. Ellas guardarían el tesoro. Ya se habían hecho con las riquezas de una docena de piratas y pronto serían las sirenas más ricas de los siete mares…
Do.lobera 