
La antigua giganta ya no soportaba más esa aventura, primero había tenido que aceptar que era una simple humana, con sus limitaciones y fuerza, después había sido absorbida por las arenas movedizas y en ese momento estaba en un espacio sin ninguna luz, posiblemente una caverna. Añoraba el luminoso desierto de La Soledad, y la montaña en que su marido había sido convertido. Nunca debería haberse embarcado en esa misión, pero la esperanza de recuperar a Godofrego había sido mayor que cualquier otro pensamiento más sensato.
Ya no deseaba continuar por ese incierto camino incierto para enfrentarse a Wulfrugida. Ya no quería venganza ni justicia, sólo quería descansar, soñar con Godofrego y cuidar juntos el jardín. El sueño la venció y se quedó acurrucada en el fondo de esa caverna en medio del territorio del terror.
Continuará…