
La sirenita cayó y cayó hasta aterrizar en un oscuro y árido desierto que quemaba su delicada piel de sirena. A pesar de haberse transformado en humana, algunas características de su ser original se mantenían. Con dolor en las piernas, logró ponerse de pie y caminar hacia delante. Aún sin fuerzas sabía que debía continuar, las estrellas habían augurado una victoria, de la que desconocía los detalles, pero una victoria a fin de cuentas. No podía rendirse, sobre todo ahora que se habían separado en esa trampa mortal que era el reino de Wulfrugida.
Caminó en la oscuridad, dejando que sus oídos fueran su guía, manteniendo la cabeza fría y dejando que sus instintos tomaran las decisiones correctas. Apenas se oía más ruido que el de sus suaves pisadas. En un lugar tan solitario ese tenue ruido no era suficiente para guiarse por lo que empezó a entonar una de sus canciones de sirena. Aunque parecía que se hallaba en un amplio lugar, la verdad era que había paredes a los lados. Se hallaba en un túnel. Siguió cantando y empezó a notar que su piel dejaba de quemar, incluso llegó a notar cierta humedad que acariciaba su piel.
Dejándose llevar por ella, continuó por un camino que descendía cada vez más. A cada paso que daba, se encontraba mejor mientras notaba como cierta magia volvía a ella. Empezó a oír el arroyó de una corriente de agua a cierta distancia y se dirigió hacia ella. El agua no la podía engañar, ella misma formaba parte de ella.
Continuará…