Los tres magos – parte 3

Romo subió al estrado con sus característicos ademanes chulescos, pavoneándose ante sus compañeros. Al llegar, mandó a uno de sus sirvientes, ubicados en el fondo de la sala, que trajeran su trabajo. Desaparecieron en un momento mientras Romo colocaba otra mesa para exponer.

Los sirvientes aparecieron con dos grandes perchas. En una iba un imponente fénix adulto de plumas rojas, amarillas y anaranjadas como el fuego mismo del que se alimentaba. En la otra, iba un pequeño polluelo de fénix de plumas amillas y naranja claro. El pequeño piaba mientras miraba a todos lados, ese no era su hogar. Abría las alas para ir hasta el ejemplar adulto pero todavía no sabía volar.

Ambos fueron colocados al lado de la mesa, justo donde antes había estado la pizarra de Hugo. Romo se acercó al pequeño que saltó a sus brazos, acomodándose en su clavícula y dejando de piar lastimosamente. Lucy y Hugo se miraron sin creerse esa faceta tan paternal de su compañero.

Un tercer sirviente le trajo un gran fajo de papeles que colocó en la mesa y junto a los otros dos se retiró al fondo de la sala, donde volvían a pasar inadvertidos.

—Buenas tardes a todos, me llamo Romo Latino III de los latinos de Roma. Vengo hoy aquí para mostrarles los resultados de mis investigaciones para graduarme como mago. Hoy mi trabajo marcará un antes y un después en la magizoología…Hoy…

Su profesor carraspeó y Romo empezó a concentrarse en su proyecto.

—Mi proyecto se titula «La magia del fénix». Tras investigar tratados antiguos y tras tratar con estos dos ejemplares puedo decir que he descubierto todas las cualidades mágicas que tienen estas maravillosas criaturas. Por una parte, y como ya sabemos todos, las lágrimas de fénix son curativas pero sus cualidades van más allá.

Primero, su canto es capaz de alterar nuestro estádo anímico y ponernos en armonía con el del fénix. Por favor Foxie, entonanos una melodía…

Y el fénix adulto empezó a cantar una alegre canción que puso de buen humor a Lucy y Hugo, tranquilizando a ambos mientras al profesor, la melodía logró sacarle una sonrisa. El pequeño fénix se contagió de su canción y empezó a batir las alas alegremente.

—Muchas gracias Foxie—le agradeció mientras le acariciaba las plumas.—En segundo lugar, las cenizas que se crean después de que un fénix arda, tienen grandes propiedades curativas. Combinadas con la poción de la juventud, nos asegura una piel libre de arrugas por un tiempo mucho mayor. Aquí tengo la crema, y unas fotografías de mi abuela antes y después de probar esta crema.

Tras examinar las fotos que Romo hacía levitar en el aire, parecía que su abuela era en realidad su madre, si no fuera por sus ojos celeste y la cicatriz bajo el ojo izquierdo.

Tercero y último punto, sus plumas tienen son ignífugas a cualquier fuego salvo el suyo propio.

Romo tomó una de las plumas de Foxie que habían caído al suelo y le lanzó diferentes hechizos pero en ningún momento ardió.

—En mi dossier está toda la documentación, la bibliografía de los libros que he consultado así como un diario de todo mi proyecto con las pruebas y conclusiones. Muchas gracias.

El profesor se removió en su asiento pero no se levantó a inspeccionar a los fénix.

—No me gusta la experimentación animal Romo.

—No ha habido tal experimentación, profesor.

—¿Y el fénix bebé sobre tu hombro?—preguntó inquisitivo. Romo miró al polluelo sin saber a que se refería. Cuando se dio cuenta se enfureció.

—No he hecho nada. El fénix era muy viejo y ardió por si solo. Solo tuve suerte.

—Como sea, ya lo leeré en tu trabajo escrito—y con un ademán le hizo salir del estrado. Los sirvientes acudieron a sacar al fénix adulto quien sabiendo que ya no era necesario salió volando de la estancia.—Lucy es tu turno.

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Continuará…