
Antes de irse a Hamelin Micaela estuvo analizando la dirección que tomó el flautista la última vez que le vieron. Según los cuentos y otros documentos el músico se había dirigido hacía el río Weser en las dos ocasiones en que hizo sonar su flauta. A las ratas las ahogó en el agua del rio, pero se dijo que los niños entraron por una puerta mágica en la montaña de Klüt que les llevó al corazón de la misma, aunque muy probablemente accedieran a algún reino secreto, más allá del mundo mortal.
Según los tratados mágicos los reinos mágicos eran los de Avalon, Atlántica, el reino de las hadas, la isla de Mu, Agartha… Todos tenían historias míticas e igualmente para acceder a ellos se debía contar con el permiso de alguno de sus habitantes o conocer el conjuro exacto. Posiblemente, la flauta y la música actuasen de llave para acceder al reino. Por desgracia Micaela no conocía a nadie de alguno de esos mundos y por supuesto que no tenía la flauta mágica del cuento.
Ese impedimento no la detuvo en su decisión de viajar nuevamente a Hamelin, aunque antes debía esperar a que terminara el siguiente trimestre. Menos mal que era el último del curso ya que era cuando podía disfrutar de dos meses y medio de vacaciones. Qué lujo era ser profesora.
Era un gran hallazgo que trastocaría las bases de la magia musical, sin embargo, ¿dónde se hallaba esa flauta? El flautista y su flauta no volvieron a ser vistos igual que los niños a los que secuestró. Micaela debería empezar de nuevo con su investigación y posiblemente debería volver a Hamelín.
Continuará…