
Lamia lanzó bolas de fuego a la montaña para crear una cueva donde refugiarse. El pequeño dragón la ayudó como pudo ya que tenía poca potencia. Finalmente, entre los dos lograron crear un hueco donde hasta Ginega pudiese entrar. Entraron justo cuando Wulfrugida lanzaba sobre el camino un caldero lleno de aceite hirviendo que solo quemó las suelas de los zapatos de la giganta.
—Parece que Wulfrigida está acorralada y nos está atacando con todo lo que tiene. No podemos continuar el ascenso sin algo con lo que defendernos.
—Yo, podría crear una barrera de agua, pero no creo que aguante mucho, sobre todo si hay que proteger a Ginega—comentó Galena con pesar mientras miraba a la giganta.—No es nada personal, pero eres muy grande.
—Lo sé sirenita. Tranquila. Mis zapatos podrían ayudar pero uno ya no sirve y el otro no aguantará al fuego, o a ataques mágicos.
—Creo que ninguno estamos preparados para hacer frente a la magia. Tal vez Lamia es la única que puede—dijo con voz ronca Tomás.— Tal vez debamos volver a casa. Galat’z ya está con nosotros.
Todos parecieron considerarlas palabras de Tomás. Estaban cansados y la misión, en realidad, había terminado.
—De ninguna manera podemos rendirnos—saltó Akal al ver como sus compañeros, silenciosamente, daban la razón a Tomás.—Hemos llegado demasiado lejos para abandonar. Debemos continuar y derrotar a la bruja, si no lo hacemos, volverá para acabar con nosotros. Y entonces nos arrepentiremos de haber abandonado. La magia de la bruja se está debilitando, el camino de las tinieblas ya no es tal. Es el momento de atacar.
—Te entiendo Akal y tienes razón—le apoyó Siriel colocándose a su lado.—¿Qué sugieres que hagamos?
—Tal vez crear un túnel que llegue hasta la cima mientras simulamos la retirada.
Al fin las clases del profesor Matie daban sus frutos, estaría orgulloso de él. Siriel sonrió, no había tenido clases de estrategia pero le gustaba el plan. Todos estuvieron de acuerdo y empezaron a poner en marcha el plan.
Continuará…