El reino de Lobera – 40 – Subida oculta 

El reino de Lobera

Las bolas de fuego empezaron a perforar un túnel ascendente en la montaña. Lamia y el pequeño dragón trabajaban rápidamente y sin descanso no fuera que Wulfrugida se diera cuenta del engaño antes de que llegaran. El espacio no era demasiado grande ya que, de lo contrario, podría provocar temblores en el castillo de la bruja. Detrás de ellos, Akal, Siriel, Tomás y Galena les seguían agachados. 

La subida no era fácil, la pendiente era muy elevada y el polvo dificultaban el camino. Pararon para que Galena les refrescase con el agua que habían recogido del lago subterráneo. Continuaron subiendo con esas momentáneas paradas durante horas, sin saber si ya había anochecido o si Ginega y los señuelos que llevaba habían conseguido engañar a su enemiga. Realmente no importaba. No había vuelta a atrás. 

Finalmente, el fuego de Lamia abrió un boquete en el suelo del castillo permitiendo que entrara aire fresco en el túnel. Los valientes guerreros apretujaron el paso para entrar en los calabozos del castillo. Uno por uno, fueron saliendo. El lugar estaba lleno de máquinas de tortura, esqueletos y sangre manchando el suelo. Galat’z se asustó y fue corriendo a esconderse bajo las alas de Lamia.  

—¿Deberíamos destruir estás cosas?—preguntó Akal con miedo de lo que les podía hacer la bruja con todo aquello. 

—¡Claro que no! Haríamos demasiado ruido—le susurró Siriel sorprendida por la pregunta tonta del príncipe. 

—Pero podríamos armarnos con algunas cosas, ¿no crees?—volvió a preguntar mientras recogía unas cuchillas que seguían estando afiladas. Sopló el polvo que tenían provocando que apareciera la figura translucida de un mago. 


Continuará

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