
El castillo se hallaba en completo silencio, una paz rota por las cuidadosas pisadas del grupo de ataque. En tierra, Akal y Siriel lideraban el grupo, desde el aire, Lamia avanzaba en vanguardia. Sin previo aviso un rayo la pasó rozando yendo a estrellarse contra la pared. Akal y Siriel, en vanguardia alzaron sus escudos, la fénix conjuró un escudo de calor que evitaría los ataques más débiles y la sirenita empezó a preparar su agua para atacar mientras Thomas la protegía a ella y a Galat’z que también empezaba a preparar su fuego.
Al llegar al rellano de la planta baja se vieron sorprendidos por multitud de rayos azules que iban en todas las direcciones, destruyendo las paredes de la fortaleza al tiempo que creaban una telaraña gigantesca de seguridad que impedía su ascenso a los pisos superiores. El escudo de Lamia era él más potente, y se mantuvo al frente del grupo protegiéndolo.
—Es imposible atravesar esa red de rayos—se quejó Siriel, frustrada por no poder avanzar más allá de ese punto. Galat’z a su lado gimoteó con miedo, recordando su estancia anterior
Akal no la respondió, miraba el movimiento de los rayos y como estos se estrellaban contra la pared, haciendo saltar trozos de piedra. Había zonas con mayores agujeros que otras. El patrón se repetía, aunque siempre había algún rayo perdido que desbarataba la pauta. No obstante estos tenían una menor intensidad.
Armándose de un valor que no tenía, se puso la espada a la espalda y con su escudo en la otra mano se dispuso a salir del escudo protector de Lamia.
—¿Qué crees que haces Akal?—le preguntó Galena temerosa.
—Avanzar. Todo el rato se repite el mismo patrón y si hacemos algo de contorsionismo podremos llegar al otro lado.
—Estás loco, Akal—le gritó a su lado Siriel.
—No tan loco. Yo también lo he observado—corroboró Lamia.—Pero es muy arriesgado.
—Por eso hay que intentarlo. Voy delante y cuando llegué, entre los dos, podemos guiar al resto.
Akal tomó aire, y empezó a pasar a través de la red de rayos. Tenía que adoptar unas posturas muy complidas, avanzar al ritmo de los rayos y mantener el equilibrio. Agradecía las clases de baile que había tomado en palacio ya que le estaban ayudando para pasar ese entramado. Más de una vez, los rayos estuvieron a punto de darle y otras tantas dieron en su escudo que levantó a tiempo para protegerse.
Suspiró cuando llegó al otro lado. Estaba sudando por el esfuerzo y los nervios. No recordaba ningún otro momento ni situación en que lo hubiera pasado tan mal, ni siquiera cuando estuvo dentro del bosque en llamas.
Galena le siguió casi de inmediato. Aunque llevaba un escudo, decidió probar a crear un escudo musical que la protegiese de los rayos, a imitación de Lamia. Mientras se dejaba guiar evitando los rayos de energía, descubrió que era bastante potente, aunque lo más efectivo seguía siendo esquivarlo.
Siriel y Tomás la siguieron, protegidos también por la melodía de Galena. Apenas tardaron en llegar al otro lado. Estaban contentos por haber llegado sanos y salvos. Esperaban que Lamia y Galat’z cruzaran. El pequeño dragón, tras ver a sus amigos pasar pensó que se trataba de un juego y empezó a pasar entre gorgoritos bajo la atenta mirada y guía de Lamia que le seguía de cerca.
Apenas habían llegado al otro lado cuando escucharon la risa malvada de la bruja. Alzaron los escudos justo a tiempo para repeler el ataque de la bruja que aparecía por la escalera.
Continuará…