
Con la muerte de la bruja, sus dominios cambiaron completamente. La luz volvió a todos los territorios que se convirtieron en el bosque más hermoso de todos los reinos. Los árboles crecieron rápidamente verdes y fuertes junto con los arbustos y otras plantas. Miles de flores empezaron a florecer en el valle y en claros.
Y al pie de la montaña, Ginega volvió a la vida. Asombrada miró hacía el castillo y vio a Lamia y a Galat’z sobrevolando la torre, a ellos, se les estaban uniendo pájaros que entonaban una hermosa canción. Lo habían conseguido. Alzó su mano para saludarles y a pesar de la distancia la vieron, pero ¿quién no ve a una giganta? Se dirigieron hacia su amiga en un vuelo rápido desde la cima en el que numerosas aves se acercaban a saludarles. Alargó la mano para que Lamia y el dragón se posaran en ella. Parecían que habían crecido.
—Enhorabuena chicos—les sonrió mientras los miraba más de cera. Si, habían crecido, sobre todo Galat’z que ya no parecía un bebé dragón, si no un niño dragón.
—Tú también hiciste un buen trabajo. Y ahora, parece que todo está bien. El mal ha sido destruido y todo recupera su forma original.
—Si, Wulfrugida me convirtió en montaña, como a Godofrego y…—En ese momento se dio cuenta, si ella había recuperado su forma, su amado Godofrego también.—Oh Lamia, me tengo que ir, he de averiguar si Godofrego también ha recuperado su forma.
—Claro amiga, ve. Nos reuniremos contigo en los Jardines de la Alegría.
Ginega tardó un momento en ubicar el lugar que le decía Lamia, hasta que recordó que el Desierto de la Soledad fue una vez los Jardines de la Alegría. Galat’z y la fénix volaron para reencontrarse con sus amigos mientras Ginega se alejaba rumbo a su hogar.
Continuará…