El reino de Lobera – 46 – Amor de gigantes

El reino de Lobera

Ginega corrió lo más rápido que pudo hasta el desierto de la soledad. Ya no había ningún desierto si no un precioso jardín lleno de hermosas y gigantescas plantas. Las flores empezaban a abrir sus pétalos mientras los árboles, arbustos y matas terminaban de alcanzar su imponente altura. Hacía tiempo que no contemplaba aquel lugar, pero aún recordaba el camino. Los adoquines y la grava volvían a marcar el camino. Siguió la ruta marcada, observando con deleite aquel lugar que tan bien había conocido.

Al girar hacia la derecha vio la gigantesca figura de Godofrego que se encontraba agachada, dando de comer a los primeros pajarillos que volvían después de todo ese tiempo. A Ginega se le saltaron las lágrimas al verle después de tanto tiempo. No lo pudo evitar, corrió hacía él y le saltó encima mientras le cubría de besos.

—Godofrego, mi amado Godofrego, estás bien, al fin te puedo abrazar.

—Mi gigantesca Ginega, estás más bella que antes. Cuanto te he echado de menos.

Los dos se besaron apasionadamente con los pájaros como únicos testigos de ese reencuentro.


Continuará

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