
El grupo se quedó unos días en los Jardines de la Alegría, junto con Ginega y Godofrego. Estuvieron observando las gigantescas plantas y flores mientras se sentían diminutas hormigas. Cuando llegó la hora de la despedida Siriel partió hacía las montañas altes con Galat’z y Lamia para mostrar al pequeño dragón su hogar y el tesoro del que algún día sería guardián. Por su parte el príncipe Akal, volvió a la capital del reino acompañado con Galena que deseaba conocer la ciudad y sus gentes, y por Tomás que volvía a casa.
Aunque sus caminos se separaban, prometieron reencontrarse cada año en aquellos jardines para mantener la amistad, para seguir estando unidos. Lo que había unido la aventura, no lo podría separar el tiempo, ni la distancia.