
Sentada cerca de su ventana, la princesa lee las historias de antaño que hablan de reinos lejanos, hechizos y caballeros andantes varios. Pero hay un cuento que le llama la atención más que el resto, el de un bosque lejano y las ruinas ocultas del reino primigenio del que ahora es heredera. Dicen que algo oculta, algo especial, pero que solo puede ser revelado a una auténtica descendiente de sus primeros reyes.
Penélope desearía ir a descubrir esas ruinas y ese bosque lejano, más está atrapada en su castillo de piedra con los protectores soldados guardando siempre su puerta. Sus únicos amigos son los pájaros que vuelan desde el suelo hasta ella, para traerle dulces regalos silvestres. ¿Quién pudiera ser como ellos y volar? Y así se lo dice a Robin, el petirrojo que mora y duerme en su alfeizar, mientras le cuenta su sueño de ir a las ruinas del bosque lejano. Robin la insta a descolgarse por la ventana, pues es ligera y ágil como el viento.
Esa noche, al amparo de la noche estrelladla con luna, Penélope sale por su ventana con una cuerda de sábanas, tules y otras prendas de armario. Robin y otros petirrojos la guían en su descenso mientras vigilan le llegada de algún intruso a la aventura. Penélope llega a salvo a tierra y rauda va a buscar a su brioso corcel para que la lleve en su viaje al bosque lejano que un día fuera parte de su reino. Robin y sus petirrojos la guían en el camino más allá de las murallas del castillo, más allá de las murallas de la ciudad y mucho más lejos de las fronteras del reino.
Las tierras están yermas y el desierto avanza rápidamente hasta donde alcanza la vista, pero sabe que en algún lado todavía existe un bosque verde que es refugio de todo tipo de animales, de las ruinas que algún día fueron su reino. Las estrellas conocen su búsqueda y a acompañarla su madre le manda a su fiel lobo para guiarla al bosque escondido. Y en compañía de petirrojos, su corcel y el lobo, la princesa alcanza la frontera del desierto donde empieza a vislumbrar los troncos secos de árboles muertos mucho tiempo atrás.
A medida que se adentra en ese cementerio de troncos y ramas viejas empieza a ver pequeños brotes verdes que salen tímidamente de sus cuerpos. Su avance se ralentiza, los brotes cada vez son más atrevidos y verdes y alguna flor empieza a florecer en una suelo cada vez más húmedo, y vivo. Los petirrojos vuelan contentos, vislumbrando en el lejanía el bosque regio de la princesa. El lobo ha llegado a casa y pronto se separa para ir a ver a sus lobeznos.
Penélope ha encontrado el bosque, que cada vez se hace más tupido, envolviéndola en su frondosa y verdosa maleza. Es un lugar mágico, que empequeñece los jardines mejor cuidados de su castillo, de su ciudad. Y es que nunca, nunca ella ha visto algo parecido, más que en libros y postales antiguas que claman la belleza de estos lares desaparecidos años atrás por el calor y el fuego.
Acompañada por su caballo se adentra más y más en el bosque en busca de las ruinas del reino antiguo. Mira y mira alrededor durante días y noches, pero ahí solo hay árboles, rocas, tierra y animales que salen curiosos a mirarla. El lobo vuelve acompañado de sus crías que deleitan con sus travesuras a tamaña princesa aventurera que ríe y juega con ellos sin temor a ser comida. El lobo sonríe, la luna y las estrellas también y en vista de que no encuentra las ruinas perdidas la llevan de la mano hasta el centro del bosque.
Las piedras blancas rotas y de formas extrañas inundan el lugar. Penélope todavía no lo ve pero son las ruinas perdidas que tanto ha estado buscando. Solo la vista de un agujero en la piedra, una antigua ventana la hace comprender que por fin ha alcanzado su destino. Busca y rebusca entre las ruinas el tesoro perdido del que hablan los libros pero solo ve árboles, tierra, arbustos y animales que moran en él. Entonces entiende que ese es el tesoro de su reino. El bosque perdido, la belleza más pura y natural.
Un rayo de luz ilumina el claro y en él aparece la figura clara y esbelta de la diosa Luna acompañada de dos jóvenes estrellas.
«Hasta aquí has llegado joven princesa Penélope, al lugar de origen de todo tu reino y tu raza y aquí una decisión has de tomar. Olvidar este lugar y dejar que todo siga igual o convertirte en su reina y al mundo salvar, rompiendo la maldición que otros hombres lanzaron aquí. Llenar el mundo de bosques, de vida y devolver a la naturaleza su lugar tu cometido será, ayudara por la magia que yo te voy a dar.»
No había decisión que tomar, Penélope en su corazón sabía ya que ese lugar debería agrandar para compartir su belleza, para hacer del mundo un lugar mejor, más dulce y apacible, más lleno de verdor. Con tamaña decisión, la Luna una varita le dio, y acompañada por una de las estrellas, sus inseparables petirrojos y el lobo guía a la aventura volvió.
Penélope recorrió el mundo con su varita, con su don, haciendo florecer bosques enteros como miles de años atrás no se habían visto. Y el mundo volvió a ser un lugar mejor para vivir con su reina Penélope, con las estrellas y la Luna, con los petirrojos de guardianes y un Lobo guía.
Hola, un estupendo don el que le concedieron. Bonito relato. Un abrazo. 😊
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Hola Merche, si un don encantador. Saludos,
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