
La tienda de pociones estaba llena de humo y olores diversos. Las pociones acababan de salir de los calderos y muchos magos y magas acudían a hacerse con ellas. Alan, despachaba diligentemente cada uno de los pedidos, advirtiendo sobre el modo de uso, los efectos secundarios o si debían dejar reposar el preciado líquido unos días. Los clientes salían contentos mientras Alan ansiaba cerrar el negocio. Ese fin de semana iba a acudir a la boda de su sobrina y había querido dejarlo todo listo.
—Señor, ¿llevará la túnica azul marino?—preguntó su ayudante.
—Por supuesto, y no olvides el gorro a juego.
—Claro, señor.
Agradecía haber contratado a un ayudante en la tienda aunque ese día se encargase de su equipaje.
Cerró puntualmente a las 18h, y fue a recoger el equipaje. Estaba listo en la puerta que comunicaba su negocio con su casa. Pol ya se había marchado. Alan recogió su baúl, se puso su sombrero y fue a la estación de tren a coger el expreso 10/5. El tren ya estaba en el andén. Se subió en un compartimento y se preparó para descansar. Llegaría al amanecer.