Durante los días siguientes, el correo electrónico de Candela recibía cada día un mensaje con el asunto: «Magia para volar» y lo mismo con el correo de sus hermanos. No sabía qué estaba pasando, ni que fuera la carta de acceso a Hogwarts.
Cansada de recibir tantos correos y viendo que solo la visita a sus hermanos podría solucionar esa crisis de mensajes. Acabó por pedir vacaciones y empezó a preparar la maleta para el viaje. Mientras la hacía, empezó a pensar en su niñez, en aquellos tiempos en los que le gustaban los cuentos de hadas y de fantasía, en como deseaba poder hacer magia… De hecho, recordaba haber conseguido empezar a levitar muy levente algún objeto…
El día de la partida se dirigió al aeropuerto con uno de los muchos billetes a su nombre que había recibido. Todo fue muy normal, de hecho no esperaba que de repente apareciera algún mago haciendo levitar objetos, sin embargo, cuando ya estaba sentada en su asiento, a su lado se sentó un extraño anciano de larga barba blanca que la inquietó y también le recordó al sabio profesor Dumbledore.
El hombre no dijo nada durante el vuelo y Candela se relajó, e incluso se durmió, durante el trayecto. Al llegar a Edimburgo, mientras esperaban para salir del avión. El hombre le tendió un papel.
—Disculpe, creo que se le ha caído esto—le comentó.
—Oh… Muchas gracias.
Candela cogió el papel y lo guardó en su bolso. Ya lo miraría más tarde pues no recordaba haber sacado ningún papel.
Salieron del avión y Candela se dispuso a avisar a sus hermanos de que en breve saldría. Al coger el móvil, se le cayó el papel y al recogerlo y abrirlo, se llevó un susto de muerte. Se trataba del mismo papel con el conjuro que años atrás se había encontrado en el cuento de la biblioteca. Intentó buscar al anciano, preguntando algunos de los pasajeros del vuelo pero ninguno lo había visto. De hecho, aseguraban que nadie se había sentado a su lado…
Do.lobera 