Cuando uno nace, no tiene muy claro para qué, tampoco tiene muy claro a que se quiere dedicar, tal vez bailarina, pintora, cantante… Tal vez incluso escritora. ¿Pero qué hace que la gente se decida por una cosa o por otra? En mi caso, la escritura, vino dada por ansiar ser como algunos de esos personajes que escribían, por ser capaz de crear mis propios cuentos y que alguien los leyese… En su momento lo veía como algo difícil, algo lejano que solo alcanzaban unos pocos pero, con el tiempo, me di cuenta de que un escritor es aquel que escribe con pasión, por necesidad, por contar algo y tal vez intentar hacer un mundo mejor, tal vez, incluso, hacer un mundo mejor con los escritos…
Hace ya unos años que tome la firme decisión de ponerme en serio. Recuperé viejos blocs de notas y empecé a rellenarlos. Uno tras otro quedaban llenos de tinta, de letras e historias. Entonces, me atraían historias con cierto toque trágico y dramático, hoy me decanto por los cuentos fantasiosos con finales felices y sin menos drama. Los adoro, son mis cuentos, mis pequeños, aunque se que apenas los leerá alguien. Pero ahí quedan, sobre el papel o sobre el ordenador, para que alguien, en algún momento los pueda disfrutar.
A medida que crezco, siento que no tengo tanto que escribir, o más bien que no tengo tantas ganas. Pero cada semana me obligo a escribir dos pequeños textos para continuar con mi sueño, para recordarme que soy una escritora. Y esta semana me he visto escribiendo un cuento más, un relato corto que casi llega a las mil palabras. Un cuento sobre una flor que nació de la sangre, el fuego y la magia. Con él me he vuelto a sentir orgullosa de mi misma y con ganas de terminar otro cuento corto que también llevo meses queriendo terminar.
La imaginación, los cuentos no cesan. Es el espíritu de la escritora, de una niña que sueña y vuela y trae de las nubes y las estrellas, mil cuentos para volver a dormir, recuperar la infancia y hacer que los sueños se hagan realidad.
Do.lobera 