
Hugo subió al estrado llevando una gran cantidad de pergaminos que dejó sobre la mesa. Después volvió a desaparecer trayendo una gran pizarra móvil que colocó frente a la tribuna. Con un toque de varita la transformó en un corcho y con otro toque ordenó a los pergaminos colocarse sobre el tablero. Los garabatos sin sentido que parecían tener, empezaron a cobrar forma formando el plano de una pequeña ciudad. Todos los pergaminos estaban perfectamente colocados salvo uno. Se acercó a ajustarlo. Siempre había uno o dos rebeldes. Con su trabajo perfectamente colocado, se acercó para exponer.
—Buenas tardes, soy Hugo Lapiedra y les traigo mi proyecto mágico. Se llama «Dónde estás»
Romo se rio desde su asiento, pensaba que el nombre del proyecto era divertido y poco creativo. Hugo se giró nervioso y empezó a mover las manos con rapidez. Volvió a mirar al profesor, tratando de continuar con su discurso pero no le salieron las palabras. Su mirada inquisitiva no le ayudaba a calmarse.
Cerró los ojos, pensando en el consejo que le había dado Lucy recientemente. Respirar hondo y no mirar a ninguna parte. Volvió a intentarlo. En esta ocasión miró justo detrás del profesor, hacía el reloj de cuco que había. Se aclaró la garganta y abrió la boca.
—El proyecto trata de encontrar a las personas a través de un mapa encantado como el que tengo a mi espalda. En el ejemplo, se ha trazado minuciosamente el plano de la pequeña ciudad de Biniami.
Con un toque de varita el corcho se acercó a su lado. Hugo continuó.
—Este mapa, incluso es capaz de mostrar algunos de los edificios más emblemáticos si pulso sobre ellos con mi varita.
El mago tocó la ubicación del ajuntamiento, y las líneas que antes trazaban calles se movieron para dibujar la fachada del edificio. Después, pulsó sobre la iglesia y pasó lo mismo. El detalle de los dibujos era impresionante, no en vano, el joven era un gran dibujante.
—Pero sin duda, lo mejor de mi proyecto es el siguiente encantamiento que da nombre a mi proyecto. Si miran más de cerca hay unos cuantos puntos que se mueven sobre el mapa con una etiqueta asociada a un nombre.
Hugo se detuvo momentáneamente para dejar que le profesor mirase de cerca los puntos que había señalado. Eran tan pequeños que el profesor bajo del estrado y se acercó a mirar. Era sorprendente, efectivamente cada diminuto punto ponía un nombre: Susan Lapiedra, Carlos Lapiedra, Victor Lapiedra entre otros. El maestro se apoyó sobre la mesa y dejó que su brillante alumno continuara.
—Como habrá visto ahora mismo, sobre él aparecen los nombres de algunos de mis familiares que están visitando la ciudad. Gracias a una minúscula gota de sangre con la que se ha entintado estos pergaminos, podemos saber en todo momento donde se encuentra cada uno de ellos—. Hugo suspiró otra vez. Estaba llegando al final.—En los siguientes dosieres podrá ver toda la información de mi trabajo.
La sala quedó en silencio mientras el profesor examinaba por encima uno de los dosieres adjuntos y miraba el mapa. Ciertamente, Hugo había realizado un gran trabajo.
—¿Y cual es el propósito de este proyecto?
Hugo trago saliva.
—Ciertamente es el de encontrar a la gente.
—Eso puede vulnerar su privacidad, ¿lo sabías?—Hugo se puso colorado. No había pensado en ello.—Bien retírate, el siguiente.
Hugo inclinó la cabeza en señal de respeto y fue a sentarse al lado de Lucy, que le sonrió. El profesor echó a un lado su proyecto y dejó espacio a Romo.
Continuará…